Maridaje musical: "Theme from the Untouchables" (Ennio Morricone) enlace youtube
Era el día señalado. Me levanté tenso, nervioso y agarrotado. No quería desayunar a pesar de la insistencia de mi esposa. Al final me tomé unos cereales de manera forzada, con la justificación de acumular algo de energía en mi cuerpo. Verdaderamente la iba a necesitar. Salí de casa repasando mentalmente la estrategia a seguir. Todo lo había estudiado minuciosamente pues no podía permitirme cometer errores. Llegué a mi cita a la hora prevista y comenzó mi particular “vía crucis”. Las instrucciones eran muy claras. Sabía exactamente lo que tenía que hacer pero en un primer momento me pareció misión imposible. Pensé en abandonar en ese instante; dejarlo todo y volver a casa derrotado buscando el consuelo de mi familia. No estaba tan mentalmente preparado como yo creía para la tarea encomendada. De pronto, como si alguien hubiese pulsado un interruptor en mi cerebro encendiendo una tenue luz, comencé a vislumbrar la situación con un poco más de claridad. Fui sorteando las primeras dificultades, decidí en segundos los pasos a dar en las encrucijadas en las que me vi envuelto. A punto estuve de caer en alguna emboscada que detecté en el último momento, lo que hubiese traido consigo un fatal desenlace. Me sentí falto de fuerzas, torpe, tremendamente dolorido en mi interior, debido al enorme esfuerzo no tanto físico como mental. Mi cuerpo era una olla a presión sin válvula de escape. De alguna manera conseguí hacer la entrega justo en el último instante y volví a mi casa. Entonces me derrumbé, exhausto. La semana que viene me comunicarán la nota.
Era el día señalado. Me levanté tenso, nervioso y agarrotado. No quería desayunar a pesar de la insistencia de mi esposa. Al final me tomé unos cereales de manera forzada, con la justificación de acumular algo de energía en mi cuerpo. Verdaderamente la iba a necesitar. Salí de casa repasando mentalmente la estrategia a seguir. Todo lo había estudiado minuciosamente pues no podía permitirme cometer errores. Llegué a mi cita a la hora prevista y comenzó mi particular “vía crucis”. Las instrucciones eran muy claras. Sabía exactamente lo que tenía que hacer pero en un primer momento me pareció misión imposible. Pensé en abandonar en ese instante; dejarlo todo y volver a casa derrotado buscando el consuelo de mi familia. No estaba tan mentalmente preparado como yo creía para la tarea encomendada. De pronto, como si alguien hubiese pulsado un interruptor en mi cerebro encendiendo una tenue luz, comencé a vislumbrar la situación con un poco más de claridad. Fui sorteando las primeras dificultades, decidí en segundos los pasos a dar en las encrucijadas en las que me vi envuelto. A punto estuve de caer en alguna emboscada que detecté en el último momento, lo que hubiese traido consigo un fatal desenlace. Me sentí falto de fuerzas, torpe, tremendamente dolorido en mi interior, debido al enorme esfuerzo no tanto físico como mental. Mi cuerpo era una olla a presión sin válvula de escape. De alguna manera conseguí hacer la entrega justo en el último instante y volví a mi casa. Entonces me derrumbé, exhausto. La semana que viene me comunicarán la nota.
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