Maridaje musical: "Three little birds" (Bob Marley) enlace youtube
Ahora sí puedo decir que me siento como un auténtico cabeza de familia. Todos me cuentan cómo les va en la vida y cuáles son sus inquietudes. Mi hija, que desde que se emancipó era reservada y esquiva conmigo en cuanto a sus sentimientos, viene ahora todos los días a visitarme y mostrarme su cariño. Me habla de sus planes, de lo bien que marchan sus proyectos personales y de las pequeñas trabas cotidianas que se le plantean. Mi hermano, del que no sabía nada desde hace años, también acude a mí con cierta regularidad para ponerme al día sobre los conflictos que tiene con su mujer, a la que aún no le ha confesado que está en el paro. Mi esposa se muestra mucho más cariñosa que antes y se preocupa por mi aspecto. Yo les presto atención a todos pacientemente, sin interrumpirles en ningún momento. Antes era nervioso e irascible pero he aprendido a escuchar. Además, me abstengo de darles consejos y dejo que ellos mismos encuentren la solución a sus problemas. Eso les hace más importantes y refuerza su autoconfianza. De mi boca no sale ningún reproche aunque sienta necesidad de reprenderles en algunos momentos. Me he convertido en el perfecto cómplice y confesor y me siento feliz por servirles de ayuda. Sin embargo, ayer mismo ha nacido en mi un temor que va creciendo poco a poco con las horas; una chispa de preocupación que ha prendido en mi interior y amenaza con convertirse en una hoguera de pánico. Mi médico le comunicó a mi mujer que yo ya no sentía absolutamente nada y recomendó mi desconexión de la máquina que me mantiene con vida.
Ahora sí puedo decir que me siento como un auténtico cabeza de familia. Todos me cuentan cómo les va en la vida y cuáles son sus inquietudes. Mi hija, que desde que se emancipó era reservada y esquiva conmigo en cuanto a sus sentimientos, viene ahora todos los días a visitarme y mostrarme su cariño. Me habla de sus planes, de lo bien que marchan sus proyectos personales y de las pequeñas trabas cotidianas que se le plantean. Mi hermano, del que no sabía nada desde hace años, también acude a mí con cierta regularidad para ponerme al día sobre los conflictos que tiene con su mujer, a la que aún no le ha confesado que está en el paro. Mi esposa se muestra mucho más cariñosa que antes y se preocupa por mi aspecto. Yo les presto atención a todos pacientemente, sin interrumpirles en ningún momento. Antes era nervioso e irascible pero he aprendido a escuchar. Además, me abstengo de darles consejos y dejo que ellos mismos encuentren la solución a sus problemas. Eso les hace más importantes y refuerza su autoconfianza. De mi boca no sale ningún reproche aunque sienta necesidad de reprenderles en algunos momentos. Me he convertido en el perfecto cómplice y confesor y me siento feliz por servirles de ayuda. Sin embargo, ayer mismo ha nacido en mi un temor que va creciendo poco a poco con las horas; una chispa de preocupación que ha prendido en mi interior y amenaza con convertirse en una hoguera de pánico. Mi médico le comunicó a mi mujer que yo ya no sentía absolutamente nada y recomendó mi desconexión de la máquina que me mantiene con vida.
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