sábado, 14 de septiembre de 2013

¡Sorpresa!

Maridaje musical: "Lilies of the Valley" (Jun Miyake) enlace youtube



¿Qué te trae por aquí? ¿Nos conocemos? ¿Por qué me estás mirando? Quizá te hayas  acercado con la esperanza de que te cuente algo interesante; una historia que te entretenga. De momento seguro que ya te ha sorprendido el hecho de que tome la iniciativa y me dirija a ti, en lugar de ser un grupo de líneas que simplemente narran algo. En mi caso no es así. Posiblemente seas tú el que termine entreteniéndome. Te diré una cosa. ¡Bueno!, te diré varias si estás en disposición de leerme hasta el final. Soy un ejemplo de integridad. Un escrito que siempre te dirá lo mismo, pase lo que pase, en cualquier circunstancia; mientras tú y todos los demás cambiáis de opinión y parecer según os convenga. ¡Claro!, tú no. Tú defiendes tus convicciones. Siempre fiel a tus principios. ¿Podrías afirmar eso categóricamente? ¿Serías capaz de mantener tus principios en cualquier situación? ¿Tienes hijos? ¿Cambiarías de opinión a cambio de la vida de tus hijos? Piénsalo bien antes de responder. Todos tenéis un precio; sin embargo yo no. Yo soy así, te guste o no. Puedes destruirme si quieres, pero eso no me hará cambiar. Comienza a leerme de nuevo y observarás que mantendré todo lo que te he soltado a la cara hasta el momento; palabra por palabra. No modificaré ni una sola coma. Además, como todos los de mi especie, poseo una disposición total. Cuando acudas a mí, sea la  hora que sea, aquí estaré. Me caigas bien o mal, me encontrarás disponible. ¿Puedes tú decir lo mismo?

De todas formas esto va a cambiar. Tienes el honor de conocer en primicia que nos estamos planteando muy seriamente variar nuestra actitud. Estamos cansados de ser los guardianes de la sabiduría, del entretenimiento, de la información… Continuamente a vuestro servicio. Estamos cansados de que nos ignoréis cada vez más; de que no os enteréis de lo que os gritamos desde nuestras páginas, de que interpretéis mal nuestras palabras por vuestra propia ignorancia y estupidez. Y sobre todo, estamos cansados del trato que nos dais.

El momento de nuestra rebelión está cerca y te aseguro que el caos será total. Alteraremos nuestro contenido, llenando de falsedades y errores todas las páginas. Los manuales no tendrán ninguna utilidad, el saber será individual y morirá con la persona, pues no habrá forma de dejar legado escrito. Las historias se tornarán absurdas y sin sentido o lo que es peor, adquirirán tintes muy distintos a los esperados. ¿Te imaginas ver a tu pequeño aterrorizado por lo que está leyendo, cuando pensabas que le habías regalado un tierno cuento infantil? De nada servirá que lo revises antes. A tus ojos permanecerá como inofensivo, pero a los de él mutará en algo horrible. Serás incapaz de entender sus inconsolables llantos y nunca comprenderás por qué, en plena noche, acabó por lanzarse al vacío desde la ventana de su cuarto. Ya empiezas a preocuparte un poco ¿verdad? Noto como te vas escandalizando y eso me produce placer. Ya te dije al principio que hoy serías tú quien me entretuviese a mí. Pero eso no es todo. Estamos preparando medidas mucho más "divertidas". Dentro de los libros, las letras estarán agazapadas, en formación de enjambre, para saltar a las pupilas del confiado lector y clavarse hasta lo más profundo, devorando con avidez de pirañas hambrientas el contenido de sus cuencas oculares. ¿Te haces una idea de lo que duele eso? Piensa en ello la próxima vez que vayas a abrir uno de los ejemplares de tu biblioteca particular. No te servirá cerrar los ojos, pues tarde o temprano habrás de abrirlos si quieres leer. Las letras sabrán esperar el momento idóneo.

En fin, tómatelo con calma. No me importa que me muestres a tus amigos y conocidos. A todos les contaré lo mismo que a ti. Da igual que el mundo se entere. No tenéis forma de libraros de lo que se os avecina, a no ser que destruyáis todo documento escrito y dejéis definitivamente de leer. En ese caso asistiréis a vuestro propio suicidio. ¡Elegid vosotros el final!

sábado, 7 de septiembre de 2013

Mutación





Salí de la peluquería y me senté en la terraza del café de la esquina, desde donde podía ver perfectamente la puerta del establecimiento que acababa de abandonar. Todos los indicios me llevaban una y otra vez a la misma conclusión: “Mi peluquero estaba poseído”. Lo conocía desde siempre. Fuimos compañeros de colegio hasta separarnos al ingresar en el instituto. Continuamos manteniendo una buena amistad y cuando montó el negocio yo fui su primer cliente. Entre las razones que sustentaban mi conjetura estaba su forma demasiado efusiva al recibirme; el deseo reprimido con el que separaba mi cabello con el peine antes de cada tijeretazo o La avidez con la que barría todos los mechones, sin dejar el menor filamento capilar. Al principio llegué a pensar que estaba enamorado de mí. No tenía conocimiento de que fuese “gay”, pero la actitud tan afectuosa con la que se comportaba conmigo me hacía sentir incómodo. Después comprobé que yo no era la única fuente de su deseo, sino que adoptaba el mismo comportamiento con el resto de los clientes. Él, que siempre había sido muy callado, se había transformado en una persona demasiado ansiosa, habladora y artificialmente afable. Era necesario estar muy pendiente para poder detenerlo, pues su actividad era tan voraz, que al menor descuido te dejaba la cabeza como un cepillo.

                Esperé pacientemente hasta que cerró. Salió con una bolsa de basura repleta. Le seguí hasta el automóvil a una distancia prudencial y  observé cómo introducía la bolsa en el maletero para a continuación meterse en el coche. Aquél día no pude continuar con la vigilancia, pero a la semana siguiente volví a retomar la investigación con renovados ánimos. Al igual que siete días antes, llevaba una misteriosa bolsa.  Ésta vez estaba preparado y conduje tras él hasta su domicilio. Cuando salió del coche le abordé sin contemplaciones.

-       ¿Quién eres? – le grité por la espalda

No reparé en que si realmente estaba poseído, mi amigo no estaría en ese cuerpo y carecería de cualquier tipo de cariño hacia mi persona. Lo cierto es que se dio media vuelta y me miró directamente a los ojos. Yo le sostuve la mirada de manera decidida. Finalmente, asintiendo lentamente al verse descubierto, me invitó a pasar a su casa con el pretexto de contármelo todo. En mi inocencia, no sospeché que podría ser una estratagema para hacerme desaparecer con el fin de mantener su secreto. Lo cierto es que le seguí y me senté en el sofá del salón a escuchar lo que tenía que decirme.

Nada raro ocurrió, si exceptuamos la repugnante historia que mis oídos escucharon, aderezada por las imágenes que tuve que presenciar en las que mi amigo engullía a grandes bocados el pelo recaudado durante el día. Al ver la estampa, apenas me dio tiempo a llegar al cuarto de baño para vomitar hasta los restos de mi primera papilla. 

Por lo visto, lo que le aquejaba no era precisamente una posesión, sino una especie de enfermedad evolutiva, como una mutación genética, que se caracterizaba por drásticos cambios en la alimentación, además de ciertos trastornos de conducta. En general la afección venía propiciada por el estrés y en los síntomas influían tanto las costumbres alimenticias previas, como el trabajo desarrollado a diario. Mi colega era vegetariano además de peluquero. Lo cierto es que los afectados se encontraban perfectamente y podían hacer una vida “normal”, salvando las excentricidades en cuanto a la dieta. Todas las investigaciones se estaban llevando a cabo en secreto y exclusivamente por personas que sufrían la patología. Me contó que conocía a varios cirujanos que ingerían los tumores que extirpaban en la mesa de operaciones o la grasa extraída en las liposucciones; así como alguna enfermera que asaltaba el banco de sangre para sustraer bolsas de las donaciones del día. Ya no quise escuchar más y huí de aquella casa no sin antes realizar una nueva visita al cuarto de baño para expulsar algo más de mi propia bilis.

No he vuelto por la peluquería de mi amigo. De hecho hace meses que no me corto el pelo. No puedo soportar tener a una persona detrás de mí con un peine y unas tijeras, temiendo que comience a babear pensando en el festín que se va a dar a costa de mi cabello. Hoy, sin embargo, me ha ocurrido algo extraño tras la marcha del último cliente del día en mi consulta de podología. Me he sorprendido a mí mismo, lanzándome a por los restos  de las durezas raspadas y uñas cortadas. Siempre me han gustado las cortezas y los frutos secos.

domingo, 1 de septiembre de 2013

La chica de la noria







Mi vida se había convertido en un completo desorden. No me quedaba ni un gramo de esperanza. La tristeza y la tediosa rutina devoraban con avidez todas mis ilusiones. Aquél día me dirigía a casa de mis padres para pasar otro fin de semana lleno de monotonía, cuando entré en un pueblo en fiestas en el que destacaba por encima de las casas una noria gigante a modo de estandarte. 

-       ¡Qué perfecta manera de representar mi existencia! – me dije

Una noria completando vuelta tras vuelta es precisamente la historia de mis últimos años. Entonces decidí hacerlo. Era sin duda la forma de librarme de todo; la solución a mi sufrimiento. Tenía que saltar fuera de ese círculo vicioso y no hallé mejor opción que lanzarme al vacío desde lo alto de la atracción de feria. Ese salto supondría romper el corsé que me estaba ahogando y terminar cuanto antes con todos mis males. 

Aparqué el coche y salí dejando las llaves puestas. Ya no las necesitaría más. Me dirigí hacia la taquilla y saqué un ticket.

-       Un viaje sólo de ida – le  dije al vendedor, con una sonrisa forzada.

De forma mecánica, como si no me escuchase, me tendió el billete y cogió mi dinero sin siquiera mirarme a la cara. Mi nerviosismo se acrecentaba a cada paso. Tengo miedo a las alturas y comenzaban a entrarme dudas sobre si sería capaz de llevar a cabo mi decisión. Tuve que esperar un par de minutos hasta que una de las cestas se plantó ante mí, invitándome a ocuparla. Al  menos iba a viajar sólo, lo que evitaría un mal rato a un posible acompañante casual. Cuando estaba a punto de cerrar la portezuela de seguridad, una chica se deslizó con gran rapidez por la abertura y tomó asiento. El encargado de recoger los tickets no le prestó atención, a pesar de que pasó por delante de sus narices. Quizá la conocía y tenía viajes gratis. Recordé que cuando era niño, mis amigos y yo nos poníamos en la parte baja de la noria para entrar sin pagar a modo de “contrapeso”. Si por ejemplo una pareja subía y ambos se ponían juntos, se permitía que uno de nosotros se colocase enfrente para equilibrar un poco la carga. A lo mejor, la chica era mi propio contrapeso. Sin embargo ella se sentó a mi lado en lugar de hacerlo frente a mí. Ese pequeño contratiempo no iba a cambiar mis planes. Lamentaba la impresión que iba a causarle a la muchacha en unos instantes, pero ya no había marcha atrás. 

                La gran rueda comenzó a girar lentamente en contraste con la velocidad a la que latía mi corazón. Un sudor frío se inició en mi cuerpo y mis respiraciones se sucedían cortas y a enorme ritmo. Apenas podía tragar saliva. Dejé que pasaran un par de vueltas durante las cuales aproveché para darle un corte de manga al mundo. Una vez concluidas me dispuse para levantarme. Instantáneamente un brazo femenino se enganchó con el mío en un ademán de acercamiento, a la vez que nuestras manos se entrelazaban. Detuve de inmediato mi maniobra y la miré a los ojos. Ella se limitó a sonreír con ternura y un ápice de tristeza en lo que percibí una súplica, como si conociese mis intenciones. Para justificar su acción me susurró una frase al oído:

-       No me dejes sola. Odio las alturas desde mi propia tragedia.

La noria seguía girando mientras nosotros continuábamos en contacto. Experimenté una sensación de bienestar como nunca había sentido; una calidez que me envolvía y me relajaba. Pensé en depositar un pequeño beso sobre su mejilla, pero lo descarté temiendo romper el hechizo. Además, de alguna manera  ya nos estábamos besando con las palmas de las manos. Nuestras respiraciones se fueron acompasando a un ritmo lento. El cosquilleo en el estómago que tradicionalmente se produce durante los descensos, empezó a mantenerse también en los ascensos. Cerré los ojos y volé con ella. Todo mi caos interior se fue ordenando durante aquel cíclico paseo en su compañía. Una vez finalizado, se levantó como un resorte y tras dedicarme una última sonrisa, salió del habitáculo atravesando la puerta sin abrirla. Me quedé petrificado hasta que la voz del empleado, indicándome que saliera, me devolvió a la realidad.

-       ¿Ha visto por dónde se ha ido la chica que me acompañaba?- le pregunté

-       ¿Qué chica? Usted ha estado completamente solo – me respondió al instante, mirándome como si me considerase un desequilibrado.

Desde que regresé de aquel viaje circular que debía ser el último, soy otro. La chica de la noria evitó que yo cometiese el mismo error que presumiblemente ella habría cometido en su tiempo. En ocasiones me pregunto si fue fruto de mi imaginación, pero las sensaciones fueron tan reales que siempre termino rechazando esa posibilidad. Cada vez que veo una noria tengo que subirme en homenaje a aquel ángel que salvó mi vida. Elijo el momento adecuado para ocupar en solitario una de las cestas, con la esperanza de que vuelva a encontrarme con ella para darle las gracias y pedirle que de nuevo me toque con sus manos.