Maridaje musical: "Rough lover" (Aretha Franklin) Enlace youtube
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Estaba sola, bebiendo un Bloody Mary. Me pareció muy curioso, pues eran más de las dos de la madrugada. Siempre he sido un hombre muy tímido, pero la edad ha ido mitigando esa timidez. Quizá también ayudaron las cinco copas que ya me había tomado. Mis compañeros de celebración del vigésimo aniversario de nuestra licenciatura no aparecían por ningún lado. De hecho ya les había perdido la pista en el garito anterior. Ella tenía la comisura de los labios ligeramente manchada de rojo, sin duda mezcla de carmín y del cinabrio cóctel. Le eché valor y a los diez minutos ya estábamos besándonos en la pista de baile. Era la primera vez que ligaba con una desconocida; como en las películas. A la vejez viruelas. Será que estoy mejorando con la edad, me dije. Tenía un cuerpo muy bien formado; su tez me pareció un tanto blanca y con un halo de tristeza en sus poco expresivos ojos. Como si estuviese llorando por dentro, seguramente fruto de un desamor reciente. Era vulnerable y yo me estaba aprovechando de ello. Le propuse irnos en mi coche a un lugar apartado para seguir devorándonos mutuamente. Ella asintió con una sonrisa pícara. Todo lo comprendí cuando sentí en mi cuello un punzante dolor producido por unos afilados colmillos, seguido de un agradable fluir de líquido ligeramente viscoso, como el zumo de un tomate maduro. Me encontraron en el asiento de atrás, al día siguiente, con la cara lívida y un rictus de sonrisa interrumpida.
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Estaba sola, bebiendo un Bloody Mary. Me pareció muy curioso, pues eran más de las dos de la madrugada. Siempre he sido un hombre muy tímido, pero la edad ha ido mitigando esa timidez. Quizá también ayudaron las cinco copas que ya me había tomado. Mis compañeros de celebración del vigésimo aniversario de nuestra licenciatura no aparecían por ningún lado. De hecho ya les había perdido la pista en el garito anterior. Ella tenía la comisura de los labios ligeramente manchada de rojo, sin duda mezcla de carmín y del cinabrio cóctel. Le eché valor y a los diez minutos ya estábamos besándonos en la pista de baile. Era la primera vez que ligaba con una desconocida; como en las películas. A la vejez viruelas. Será que estoy mejorando con la edad, me dije. Tenía un cuerpo muy bien formado; su tez me pareció un tanto blanca y con un halo de tristeza en sus poco expresivos ojos. Como si estuviese llorando por dentro, seguramente fruto de un desamor reciente. Era vulnerable y yo me estaba aprovechando de ello. Le propuse irnos en mi coche a un lugar apartado para seguir devorándonos mutuamente. Ella asintió con una sonrisa pícara. Todo lo comprendí cuando sentí en mi cuello un punzante dolor producido por unos afilados colmillos, seguido de un agradable fluir de líquido ligeramente viscoso, como el zumo de un tomate maduro. Me encontraron en el asiento de atrás, al día siguiente, con la cara lívida y un rictus de sonrisa interrumpida.
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