La mejor cantante de ópera del
mundo salía del teatro después de otra noche triunfal. La tarea de acercarse
para pedirle un autógrafo se presentaba difícil. Poco quedaba de la niña que
Luisa había conocido mucho tiempo atrás. Sólo pasaron juntas quince días, pero
fue suficiente para que entre ellas surgiese una conexión que dejó en Luisa una
huella indeleble. Dos semanas en las que se forjó una amistad que pareció diluirse
cuando María cruzó el océano para volver a su país de origen. Sin embargo Luisa
recordaba aquellos días como los mejores de su infancia. Todavía tenía muy vivo
el momento de la despedida. Se había pasado la tarde anterior pensando qué
regalar a su amiga. Durante la noche se le ocurrió la idea y se levantó para confeccionar
el presente. A la mañana siguiente, cuando María ya estaba en el tren, Luisa
llegó corriendo a la estación con el tiempo justo para deslizar por la
ventanilla un pequeño papel, mientras elevaba la voz sobre el pitido de la
máquina para gritar: “Es lo más personal que puedo darte”.
Años después, María
comenzó a despuntar en el canto y Luisa le siguió la pista, celebrando sus
éxitos como propios. No obstante consideró que ya era tarde para intentar
retomar contacto. Hoy mismo, aprovechando que actuaba en una ciudad próxima al
lugar en el que ahora vivía, se desplazó a oirla por primera vez en directo.
A
pesar de las dificultades, se abrió paso a base de empujones y consiguió tenderle
la entrada para que se la firmase. Como era de esperar María no la reconoció,
pero al devolverle el bolígrafo sus manos se rozaron levemente. Entonces
levantó la vista asombrada mientras decía con la voz entrecortada: “¡Luisa!”
A
continuación, se sacó un colgante del cuello con una medalla en la que había
grabada una huella dactilar. Dentro, se encontraba el papelito con el modelo
original que Luisa le había regalado.
-
Me duermo cada día acariciando tu dedo; lo hago
justo antes de salir al escenario y siempre que me encuentro nerviosa. He
repasado tu huella tantas veces, que me la he aprendido de memoria y hoy te he
encontrado de nuevo gracias a ella. Tenemos mucho de qué hablar y todo el
tiempo del mundo.
Rodeados
por una multitud, ambas amigas se fundieron en un interminable abrazo.
Qué preciosidad César!
ResponderEliminarGracias Mis Lund. También lo son tus escritos.
EliminarFelicidades maría.
ResponderEliminarcésar, no nos vimos por el terreno...
Gracias Luis. Mañana vuelvo por ahí.
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