Milena era una niña muy diferente
a las otras niñas del colegio. A Milena, lo que más le gustaba era leer. Se
pasaba los recreos sentada en un rincón del patio devorando el librito que
tuviese entre manos, mientras sus compañeros jugaban y alborotaban por doquier.
Su imaginación no tenía límites, quizá por eso también le encantaba el teatro.
Estaba en el grupo de teatro del colegio y su gran ilusión era convertirse en
una actriz famosa. Cuando algún familiar le preguntaba qué quería ser de mayor,
Milena, poniendo una amplia sonrisa, siempre respondía:
-
¡Quiero ser una gran actriz!
Su cuento
favorito era “Aladino y la lámpara
maravillosa”. Tenía muy claro lo que ella haría si se le presentase un genio y le ofreciese cumplir
sus deseos. Su lista sería interminable y en caso de que el genio sólo tuviese
a bien concederle tres, tenía la trampa perfecta para que nunca pudiese
librarse de ella. Cuando llegase el momento de pedir el tercero diría:
-
Mi tercer deseo es… poder pedir otros tres deseos
más
Y con este
ardid aplicado sucesivamente, Milena tendría asegurados deseos para toda la
vida.
Cuando
iba con sus padres a visitar a los abuelos, Milena apenas perdía tiempo
saludándolos y subía disparada hacia el desván de la casa. Le encantaba ese
lugar, lleno de trastos, muebles viejos, ropa, juguetes, libros… Se pasaba toda
la tarde allí encerrada, investigando y jugando con su imaginación.
Un
día, al sacar uno de los libros de una de las estanterías superiores, observó
que detrás había algo. Retiró más libros y quedó al descubierto un cofrecito
lleno de inscripciones ininteligibles. Lo tomó en sus manos para verlo más de
cerca y cuando quiso abrirlo observó que no tenía ningún tipo de cerradura a la
vista. Eso intrigó mucho a Milena, que se afanó para buscar la forma de abrir
el cofre y no paró hasta ver un diminuto saliente en un lateral. Pasó su dedo
por encima y de inmediato, como si fuese un resorte, la tapa se abrió,
apareciendo un ser de un tono azulado, con toques verdes y amarillos.
-
¿Quién eres? – preguntó Milena un tanto asustada.
-
Soy el genio del cofre – le contestó la extraña
figura.
-
¡Qué bien!, ¡Un genio! ¿Cuántos deseos me vas a
conceder?
-
Querida niña, yo no concedo deseos.
-
¿Qué no concedes deseos? Eso no puede ser. Todos los genios conceden
deseos.
-
¡Pues yo no!
No soy tan vulgar.
-
Entonces… ¿Qué clase de genio eres? – le
preguntó Milena un tanto enfadada.
-
Yo, sólo formulo deseos. Buenos deseos, para que
mis amos, en este caso tú, luchen por conseguir que se cumplan. – Le dijo el genio
en tono afectuoso.
-
¿Así que eres tú el que me va a pedir deseos a
mí?
-
Así es. Todos los que quieras.
-
Vaya suerte la mía. Toda la vida esperando un
momento así para conseguir todos mis deseos y resulta que me encuentro con un
fraude de genio que no los concede.
-
Pero tú puedes conseguir todo lo que desees.
-
¿Sí?, pues ya me dirás cómo, porque como tenga
que esperar por tu ayuda…
-
¿Cómo te llamas? – preguntó el Genio.
-
Milena. Me llamo, Milena
-
Pues mira Milena, ¿qué harías si yo fuese uno de esos genios que tú anhelas?
-
¡Uf! Le pediría todos los deseos que quisiese y
aun más. Estaría continuamente pidiendo y pidiendo.
-
Tú lo has dicho. Has dado en el clavo. Estarías
siempre pidiendo deseo tras deseo. ¿Tú crees que serías feliz? ¿Te parece que
vivirías bien?
-
A pesar de ser un genio, pareces un poco torpe -
¡Claro que sería feliz! ¡Tendría absolutamente todo lo que quisiera!
-
En efecto. Así sería. Y después ¿qué? – dijo el genio.
-
¿Después de qué? – respondió Milena con una
pregunta
-
Pues después de tenerlo todo sin ningún
esfuerzo. ¿Qué harías?
-
Pues… no sé. ¿Pedir más deseos?
-
Tú misma has dicho que tendrías todo. ¿Qué más
vas a pedir? No tendrías nada por lo que pelear. Todo se te habría dado sin
ningún esfuerzo por tu parte. Carecerías de vivencias, de las dificultades para
cumplir tus sueños, de las inseguridades que aparecen ante los retos, de los
sinsabores que dan los reveses y de las enormes satisfacciones ante los sueños
cumplidos. En definitiva, estarías desprovista de vida y tu existencia quedaría
reducida a una simple colección de deseos concedidos gratuitamente.
Milena, se quedó petrificada ante
el razonamiento del Genio y dijo
-
Es posible que tengas razón. Una vez que no se
me ocurriese nada nuevo que pedir, seguramente me aburriría. Entonces… ¿Qué
tengo que hacer?
-
Pues no mucho – dijo el genio- Yo puedo proporcionarte un montón de fórmulas,
sueños, buenos sentimientos, consejos y muchas más cosas que te ayudarán a
cumplir todos tus deseos. Que te permitirán vivir intensamente y…
El ruido despertó a Milena, que
se había dormido en la mecedora del desván mientras leía un pequeño libro.
-
¡Qué sueño más raro he tenido!, se dijo mientras
se dirigía a devolver el libro a su lugar.
Cuando lo iba a situar en la
estantería, se quedó paralizada, con ojos y boca muy abiertos. ¡Allí estaba el
cofre de su sueño! Sólo que ahora sí tenía una pequeña cerradura que no le fue
muy difícil abrir. Dentro, había un montón de papelitos doblados, cubiertos por
la siguiente nota:
“Hola Milena. Aquí te dejo una buena colección para que vayas empezando.
Disfruta cada uno de ellos con intensidad y recuerda que la forma de
conseguirlos es invocando al genio que llevas dentro de ti.”
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