Habían convenido en encontrarse en un área de servicio a medio camino
entre sus ciudades de procedencia. Aunque no era el lugar más adecuado para una
primera cita, les pareció original y gracioso. Llevaban casi dos meses en
contacto virtual, merced a una de las más conocidas plataformas sociales que
residen en la red. Por expreso deseo de ambos, no se produjo ningún tipo de
intercambio de fotos, no revelaron datos familiares que pudiesen aportar pistas
sobre su condición social y ninguno escuchó siquiera la voz del otro. Tan sólo
habían conversado sobre cuestiones personales: gustos, opiniones, aficiones,…
Decidieron que ya era el momento de conocerse físicamente; de mostrar
sus respectivos tonos de voz; en definitiva de poner imagen y sonido a esa
atractiva personalidad que fluía a través de una pantalla de ordenador.
Faltaban apenas veinte minutos para que se produjese el esperado encuentro.
¿Puede alguien enamorarse verdaderamente de otra persona si se eliminan de
manera parcial o total los cinco sentidos? En este caso tan sólo la lectura de
las conversaciones mantenidas a base de pulsos de teclado había obrado el
milagro.
Sumido en sus propios pensamientos tratando de adivinar cómo sería ese
instante visual, auditivo, táctil e incluso olfativo, Alberto no reparó en que
se había pasado la salida de la autopista que daba acceso al lugar de la cita.
Cuando se percató de su despiste ya llevaba engullidos casi una decena de
kilómetros que debía desandar. Temiendo no llegar a tiempo para contemplar el
presumible amor de su vida, realizó un cambio de sentido en la primera
oportunidad que se le presentó y emprendió el retorno a gran velocidad. Un
inesperado rayo de sol que impactó en su cara como un láser disparado por una
nube hizo que iniciara un volantazo mientras realizaba un adelantamiento. El
intento de corrección de la peligrosa maniobra a la vez que pisaba a fondo el
pedal del freno trajo como consecuencia la pérdida del control del vehículo.
El accidente colapsó la autopista. Policías, bomberos y sanitarios acudieron al lugar rápidamente. Mientras los primeros trataban de restablecer el tráfico, los segundos aplicaban sus herramientas con precisión quirúrgica para excarcelar los cuerpos de los dos coches implicados en el siniestro. Una vez concluida tan delicada tarea dos hombres jóvenes fueron introducidos en estado crítico en la Uvi móvil. Bajo un estruendo de sirenas que ponía banda sonora a la frenética actividad que se desarrollaba en el pequeño habitáculo, Alberto tuvo un instante de lucidez que aprovechó para pronunciar, quizá como despedida, el nombre del ser que proporcionó sentido a su vida en los últimos meses.
El accidente colapsó la autopista. Policías, bomberos y sanitarios acudieron al lugar rápidamente. Mientras los primeros trataban de restablecer el tráfico, los segundos aplicaban sus herramientas con precisión quirúrgica para excarcelar los cuerpos de los dos coches implicados en el siniestro. Una vez concluida tan delicada tarea dos hombres jóvenes fueron introducidos en estado crítico en la Uvi móvil. Bajo un estruendo de sirenas que ponía banda sonora a la frenética actividad que se desarrollaba en el pequeño habitáculo, Alberto tuvo un instante de lucidez que aprovechó para pronunciar, quizá como despedida, el nombre del ser que proporcionó sentido a su vida en los últimos meses.
-
¡Alejandro!
De la camilla contigua le llegó como contestación una pregunta que
eclipsó todos los sonidos que hasta ese momento dominaban el ambiente. Con un
pequeño hilo de vida su “pareja” de viaje formuló una última cuestión que no era
necesario responder.
-
¿Alberto?
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